Con la muerte de Francisco Belandria se extingue la flor de su generación. En la historia profesoral de la Facultad de Economía de la ULA fue siempre él una referencia a la que vimos, todos lo que íbamos detrás, como una aspiración por emular. Dio una pauta mayor haciéndose doctor con una tesis presidida por un rigor científico que no admitía dudas. Fue el primer doctor entre los graduandos de la disciplina económica licenciados por la ULA. El tema de su disertación, en la Universidad de Northwestern, acometió la compleja cuestión del uso de información cruzada o atemporal para dar cuenta de hechos vinculados con la demanda de bienes de consumo, y pudo así escribir: «los estudios existentes hacen uso de series temporales, habiendo entonces un serio vacío en cuanto al uso de cross-sectional information… Esta investigación se propone concurrir a llenar ese vacío». De esto hace, bien se entenderá, más de 40 años. En la historia de la Facultad de Economía de la ULA se convirtió en un hito inigualable.
Yo puedo dar testimonio de otra dimensión suya cargada de sentido universitario. Para una reunión de los coordinadores de postgrado de las universidades nacionales le pedí que me acompañara. Para ese momento, mediados de 1980, yo desempeñaba ese cargo en la ULA, bajo la lúcida dirección de Julian Aguirre, entonces vice rector académico. La reunión tomó lugar en Barquisimeto, y su propósito era el de dar un paso firme hacia la creación del Consejo Nacional de Postgrado, en pos del cual la ULA había empeñados sus mejores esfuerzos. El encuentro fue un horrendo fracaso, porque había, entre algunos de los participantes, intenciones “politicastras” de la peor condición que terminaron por socavar las bases de un ambiente propicio. En el medio de aquel desaliento Francisco me preguntó si podía tomar la palabra – bien entiéndase que él era mi invitado mas no, como tal, del grupo de coordinadores –, y por supuesto le dije que sí. Breve y sin rodeos, como era su manera de ser, se dirigió con entereza al meollo de todo el asunto: la universidad tenía fines que no podían mal confundirse con circunstanciales apetencias de individuos particulares. La reacción, más o menos inmediata, quiso ser como la de descalificarlo, y de mi parte, sin vacilaciones, interrumpí una perorata que se había iniciado para decir con decisión que el Dr. Francisco Belandria también representaba a la Universidad de los Andes. Viéndolo en la distancia de los años, y pensando ahora en lo universitario qua universitario, no puedo menos que repetir la misma frase: Francisco Belandria representaba lo universitario.